El suicidio de Villar y Macías

fotografía puente nuevo sobre el Tormes Salamanca
 
Salamanca. Veintiséis de junio de 1891, 6:00 de la mañana. Un trabajador del depósito de aguas descubre un cuerpo inmóvil varado en un arenal en mitad del Tormes.

Lejos de allí, en un domicilio de la calle Toro, un reloj da las seis de la mañana. El campaneo recorre la casa y estremece a los ocupantes. Manuel Villar y Macías, sesenta y tres años, periodista, historiador y poeta, falta en la casa desde el día anterior. Su cama, sin deshacer, delata que ha pasado la noche fuera. Todos cuantos le conocen saben lo raro que eso es en él…

El día antes, Manuel Villar y Macías rebusca en esa misma habitación un sombrero hongo. Aunque tarda en encontrarlo, prefiere no preguntar a nadie. Da con él. Se lo prueba. Está tan acostumbrado a llevar sombrero de copa, que con éste puesto no parece él. Casi sonríe. Perfecto. Se quita el anillo y el reloj de oro. A lo mejor los contempla durante un momento, antes de cerrar el cajón. O a lo mejor lo cierra sin contemplaciones, y sin más preámbulo sale de casa con la firme decisión de matarse.


A orillas del Tormes, el rescate se complica. Hasta la una de la tarde no consiguen arrancar de las fauces del Tormes el cuerpo sin vida de Villar y Macías.

Que Manuel Villar y Macías salió de su casa con la decisión irrevocable de morir es algo que nadie duda. Los periodistas salmantinos, entre sobrecogidos y sedientos de conocer la verdad, llenan de elucubraciones las páginas de los diarios:
El hecho de llevar sombrero hongo, indica, sin duda, que el señor Villar procuró desfigurarse, a fin de no inspirar sospechas y realizar de este modo libremente su proyecto.
 
Siempre ha usado el señor Villar y Macías sombrero de copa.
 
Notóse también, y eso da más fuerza a creer que el hecho ha sido intencionado, la falta del reloj de oro y un anillo que siempre llevaba consigo nuestro infortunado amigo, y que según allí se decía lo había dejado en casa.

A nadie se le escapa que, pocos días antes del fin trágico de Villar y Macías, éste había sostenido pública disputa en la prensa local. Juan Barco, salmantino que ejerce el periodismo en Madrid, termina demostrando con documentación que Manuel Villar y Macías ha equivocado una fecha en su Historia de Salamanca.

Juan Barco gana la disputa y Villar y Macías la pierde. Demostrado: en Historia de Salamanca, Villar y Macías ha equivocado una fecha.

La fecha culpable hay que ir a buscarla al Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca.

Colegio mayor Arzobispo Fonseca Salamanca

Villar y Macías afirma que se funda en 1521, y Juan Barco demuestra que la cédula de fundación es del 23 de enero de 1528.

Que siete años no es nada queda claro, porque algunas publicaciones posteriores han repetido sin mayores problemas el dato equivocado de Villar y Macías, e incluso en alguna se ha dado otra fecha de fundación diferente a la de Barco o a la de Villar. Total, año arriba, año abajo, en mitad de un océano de siglos, tampoco es para tanto. O a lo peor sí. A lo peor siete años son una vida entera cuando el historiador es riguroso. O cuando el historiador vive sometido a los rigores de una mente atormentada.

De tormentas mentales hablan también los periódicos charros. Sin eufemismos, sin tabúes, y sin morbo. En un intento de dar respuesta a las preguntas, los conmovidos redactores explican:
Parece, y esto contribuye a explicar el suicidio, que el Sr. Villar había padecido un acceso de enajenación mental en su juventud. Aclaróse luego su razón y se consagró con gran laboriosidad y no escaso fruto a los estudios históricos.
[…] en cierta época la tuvo [la cabeza] trastornada y un su hermano había muerto demente.
 La trascendencia de una fecha equivocada debió de hinchársele por dentro a Villar y Macías. Seis días después de que apareciera en El Adelanto el artículo de Juan Barco que ponía punto final a la discusión, Villar y Macías se arroja al Tormes.
 
Los periodistas, amigos y conocidos del historiador, dejan constancia de las frases angustiadas que le habían escuchado, días antes de su muerte:
No, no puedo levantar la cabeza delante de nadie; han dado por el pie a mi obra de cuarenta años.
En el entorno de Juan Barco se comenta:
La polémica se ha llevado desde el primer momento en el más estricto sentido científico; sin que se pueda encontrar motivo del suicidio en ella.
Pero el sobrino de Villar y Macías afirma que escuchó decir a su tío:
No es el resultado de la polémica lo que me afecta; lo que concluirá con mi vida o con mi razón, son los insultos que en ella se me han dirigido
No he encontrado los ejemplares de El Adelanto en los que se publicaron los artículos de la polémica, pero Jesús María García García, en Prensa y vida cotidiana en Salamanca (siglo XIX), en relación a los insultos de que se quejaba Villar y Macías, explica:
En realidad, la cosa no era para tanto. Al parecer, D. Manuel Villar vivía por esta época una fuerte tensión nerviosa, lo que daba la razón a Juan Barco cuando aseguraba que la polémica posterior a su primer artículo debió llevarse en privado.
Pero parece que Juan Barco en su primer artículo acusó a los historiadores salmantinos de “copiarse unos a otros incurriendo todos en el mismo error”.
 
Fuera como fuera, Villar y Macías se sintió insultado.
 
Hay testimonios que afirman que Villar y Macías se lamentó también:
de que se le hubiera tratado con dureza en unos artículos de colaboración publicados en un diario local.
Y es que Salamanca era (sigue siendo) una ciudad muy aficionada al critiqueo, y a tirar por tierra lo que hace el vecino no vaya a dar sombra a lo que estoy haciendo yo…
 
El paso del tiempo ha venido a demostrar el valor de la obra de Villar y Macías, que sigue siendo uno de los textos más consultados a la hora de profundizar en la historia salmantina. Pero a esta Historia de Salamanca se la criticó por no hacer constar las fuentes documentales investigadas (malísima costumbre, es verdad, que en la actualidad muchos siguen practicando sin complejos…); o por no tener un mejor índice que la hiciera más manejable…
 
No se sabe si estas críticas se realizaron en vida del autor, o a toro pasado después de su muerte.
 
No se sabe a ciencia cierta qué empujó a Villar y Macías a las profundidades del Tormes.
 
El poeta que llevaba dentro escribió una vez:  
“Siendo mi corazón un torrente que brota con demasiada fuerza, necesito canciones para mitigar su vehemencia”
Ni la fecha equivocada, ni los insultos, ni las críticas… Quizá lo que mató a Villar y Macías fue no dar con una canción que le calmara las tormentas.
 
Y no se le ocurrió mejor remedio que acobardarse, dejar de luchar, ir a la Aldehuela, a la zona llamada Peña Pobre, y arrojarse al “Tormes cristalino”, al “Tormes hermoso” que cantaban sus poemas.

Y en las aguas del Tormes ahogó ese denominador común de todos los sufrimientos; la rabia de que nada sea al final lo que soñábamos…  

Y ¡adiós, adiós, oh valle de la infancia!
¡Adiós plácida estancia
Dó sonreía el maternal cariño!
Si al hombre arrastra fuerza arrolladora:
Hoy, al dejaros, llora
El  fiel recuerdo del amante niño!

Manuel Villar y Macias. Oda a los caminos de hierro.


OBRA DE MANUEL VILLAR Y MACÍAS

Numerosos artículos en prensa.

Investigación histórica:
Poesía

BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
  • Prensa y vida cotidiana en Salamanca (siglo XIX). Jesús María García García. Universidad de Salamanca.1990
  • La Semana Católica. 26 junio 1891
  • La Libertad  diario político y literario. 26 junio de 1891
  • La ciudad. 11 de noviembre de 1913
  • La Correspondencia de España  diario universal de noticias 30 de junio de 1891
  • Basílica Teresiana. 1 de abril de 1923
  • El Fomento  revista de intereses sociales 27 de junio de 1891.
  • http://cpvillarymacias.centros.educa.jcyl.es/sitio/
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Comentarios

  1. Vaya movida. A mi, seguidor de CSI, me entran dudas de que fuera un suicidio eh. Lo de arrojarse al rio no lo acabo de ver.

    En la parte técnica: tienes rotos los liks a la biblioteca digital cyl.

    Un saludete¡

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    1. Hola! Pues mira. para alimentar tus dudas voy a añadir que el periódico El Fomento se deja decir que nada más sacar el cuerpo del río el juez ordenó que se trasladara al hospital de la santísima Trinidad para hacerle la autopsia, pero que luego el juez cambió de opinión y ordenó que el cuerpo fuera llevado a su casa en la calle de Toro... O sea, que autopsia parece ser que no se le hizo... No sé, a lo mejor el juez vio muy claro que era suicidio... pero vamos, que con menos los del CSI se hacen un episodio, no digo más...

      miraré lo de los links, gracias por el aviso

      Saludos!!

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  2. Que lo acusase Juan barco que junto con su amigo Girón fueron los plagiadores number one de los historiadores salmantinos tiene bemoles. Estas cosas son muy típicas de nuestra querida Salamanca: Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

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    1. Ay, ay qué tierra y qué charros. La faceta copiona de Juan Barco es un dato nuevo, al menos para mí. Y da una luz algo diferente a los hechos. Muchas gracias por tu aportación. La sombra del plagio parece que es muy alargada en Salamanca. Echando un vistazo al libro de don Toribio, salen párrafos calcados del de Bernardo Dorado... ¡Saludos y muchas gracias por comentar!

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