Niebla de Miguel de Unamuno Y Salamanca

Miguel de Unamuno sitúa su novela Niebla en una capital de provincias sin nombre que podría ser Salamanca.


Niebla cuenta la historia de Augusto Pérez. Un hombre que tras perder recientemente a su madre cree descubrir el sentido de la vida en los enamoramientos impulsivos, compulsivos, superficiales, egoístas y con ramalazo machista que experimenta.

Lo que Augusto espera de la mujer objeto de sus deseos es ni más ni menos que la salvación. Espera que le rescate de la niebla de aburrimiento cotidiano que cubre sus días. Espera que ejerza de madre para ayudarle a escapar de los neblinosos mundos adultos y recuperar la soleada infancia. Espera que disuelva la neblinosa farsa del personaje que más o menos todos representamos para los demás, consiguiendo hacerle sentir su yo real. Y espera, en fin, que mitigue el sufrimiento del neblinoso final mortal que nos aguarda a todos…

¿Y dónde busca Augusto Pérez a esa especie de mujer-remedio, mujer-curalotodo, mujer-milagro?

Algunos afirman que en Salamanca. Y lo fundamentan en que a lo largo de la novela Augusto entra en la iglesia de san Martín, juega al ajedrez en el Casino, y oxigena su niebla interior en el paseo de la Alameda, que tanto recuerda al paseo de la Alamedilla salmantino.

Plano de calles de Salamanca en la novela Niebla.

Los detractores de esta opinión esgrimen el capitulo XXXI, en el que Augusto, presa de gran desesperación por los devenires de la novela, decide ir a hablar con un escritor de nombre Miguel de Unamuno. Y para hablar con él Augusto toma un tren a Salamanca. En principio, es de cajón que si Augusto tiene que coger un tren para venir Salamanca, la ciudad de provincias en la que vive no puede ser Salamanca.

casa de unamuno
Casa de Unamuno. Aquí escribió Niebla

Pero esta teoría tiene un gran inconveniente: el trayecto en tren que realiza Augusto es sospechosamente corto. Terminada la conversación con Unamuno, Augusto parte de Salamanca siendo ya de noche y llega a su destino a la hora de cenar.

Trenes de tan alta velocidad no los ha conocido la estación salmantina en los tiempos actuales, y menos todavía en los de Unamuno.

Para documentar un poco esta afirmación se pude acudir al contexto ferroviario de la época. En 1899 el viaje de Plasencia a Salamanca duraba seis horas. De Zamora a Salamanca había unas tres horas. A finales del siglo XIX, Pedro Antonio de Alarcón vino a pasar dos días en Salamanca, y según estimaciones suyas tardó en llegar desde Medina del Campo a Salamanca unas cuatro horas y media. En folletos de 1917 viene fijada la duración del viaje Salamanca-Medina del Campo en cinco horas. (Niebla se publicó en 1914)

El brevísimo viaje de Augusto significa que la capital de provincias en la que vive el personaje está muy próxima a Salamanca. Tan próxima como para que Augusto inicie de noche el viaje de vuelta y aún así llegue a su casa a la hora de cenar. Tan cerca está la ciudad de Augusto de la Salamanca de Unamuno, que es imposible que la ciudad de Augusto pueda ser otra que no sea la misma Salamanca.

El tren que coge Augusto le lleva fuera de la novela para hablar con el autor que la está escribiendo. El recorrido de ese tren discurre por la delgada línea que separa la realidad de la ficción. El tren que toma Augusto le lleva de la Salamanca ficticia de un personaje de novela a la Salamanca real de Miguel de Unamuno. Si es que existe una Salamanca completamente real, que a lo mejor no. Porque Salamanca cargada de historias y leyendas es otro ente de ficción como los que pueblan las novelas de Unamuno.

Los escenarios de Niebla son por tanto salmantinos.

Al paseo de la Alamedilla, paseo de la Alameda en la novela, acude Augusto para soñar, para deleitarse con el piar de los pájaros en sus ilusiones románticas. Para celebrar que sus sentimientos amorosos dotan de sentido a su vida. También acude allí para esperanzarse y convencerse de que superará a su rival y conseguirá a su amada. O amadas, porque a Augusto, según el día, tanto le da una mujer que otra.

lago del parque de la alamedilla en Salamanca

Es allí, en la Alamedilla, donde se produce el encuentro entre Augusto y Orfeo, un perro filósofo. Augusto se lo lleva a casa y comienza entre ambos una bonita relación en la que Augusto habla, se desahoga y Orfeo escucha y lo que piensa lo piensa para sí. Una relación que Augusto califica de perfecta. Y es que Augusto no se da cuenta (Miguel de Unamuno sí) de que lo que de verdad está buscando se parece más a un perro que a una mujer.


De hecho la novela comienza con Augusto saliendo a pasear, y sin saber hacia dónde caminar decide esperar a que pase un perro para seguirlo, pero a quien acaba siguiendo es a una mujer…


En el Casino, Augusto juega al ajedrez con su amigo Víctor, y entre los dos desgranan teorías sobre la mujer que atufan a machismo.

Hay que decir que los tipos masculinos que Unamuno describe en la novela son machistas. O lo que es lo mismo “brutos” en terminología unamuniana:
—[…]Los hombres, tía, ya lo voy viendo, son unos groseros, unos brutos, carecen de delicadeza. No saben hacer ni un favor sin ofender…
Pero los tipos femeninos de la novela no son mejores que los masculinos. Y de hecho la liberación de la que hace gala el personaje femenino más libre de la novela no consiste en nada más que en darle la vuelta a la dominación masculina, y ser ella la que controle y someta al hombre:
—[…] me pondré a trabajar con más ahínco. Y Mauricio, viéndome trabajar para los dos, no tendrá más remedio que buscar trabajo y trabajar él. Es decir, si tiene vergüenza...
––¿Y si no la tiene?
––Pues si no la tiene... ¡dependerá de mí!
––Sí, ¡el marido de la pianista!
––Y aunque así sea. Será mío, mío, y cuanto más de mí dependa, más mío.
––Sí, tuyo... pero como puede serlo un perro. Y eso se llama comprar un hombre.
––¿No ha querido un hombre, con su capital, comprarme? Pues ¿qué de extraño tiene que yo, una mujer, quiera, con mi trabajo, comprar un hombre?
––Todo esto que estás diciendo, chiquilla, se parece mucho a eso que tu tío llama feminismo.
––No sé, ni me importa saberlo. Pero le digo a usted, tía, que todavía no ha nacido el hombre que me pueda comprar a mí. ¿A mí?, ¿a mí?, ¿comprarme a mí?
La relación entre mujeres y hombres parece estar fundada en la dominación: “mío, mío”, la dependencia.

Si la Alamedilla sirve de escenario a dulces fantasías acerca de las virtudes del amor, el Casino sirve de marco a teorías e historias que desmitifican el amor. En el Casino se cuentan historias de amores de conveniencia y también de amores por despecho que a su modo son también de conveniencia.

La visión idílica del amor salvador, frente a la desmitificadora del amor dependiente, dominador, y por conveniencia.


casino de Salamanca y plaza de la Libertad

Es  en el Casino donde Augusto empieza a intuir que en el amor no es precisamente oro todo lo que reluce:
––Conque Eugenita la pianista, ¿eh? Bien, Augustito, bien; tú poseerás la tierra. «¡Pero esos diminutivos ––pensó Augusto––, esos terribles diminutivos!» Y salió a la calle. «¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? ––iba diciéndose Augusto camino de su casa––. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada?

El inevitable choque de los sueños románticos a la sombra de los árboles de la Alamedilla contra la desmitificación del amor perpetrada en el casino trae una consecuencia: la decepción desesperada del protagonista.

La decepción de Augusto encuentra cobijo en una iglesia. La de san Martín.


iglesia de san Martín En Salamanca
[…]entró en ella, casi sin darse cuenta de lo que hacía. No vio al entrar sino el mortecino resplandor de la lamparilla que frente al altar mayor ardía. Parecíale respirar oscuridad, olor a vejez, a tradición sahumada en incienso, a hogar de siglos, y andando casi a tientas fue a sentarse en un banco. Dejóse en él caer más que sé sentó. Sentíase cansado, mortalmente cansado y como si toda aquella oscuridad, toda aquella vejez que respiraba le pesasen sobre el corazón.
Iglesia de San Martín de Salamanca Puerta principal

Cuando Augusto no está en el Casino o en la Alamedilla o en su casa, está callejeando sin rumbo. Es Augusto un personaje callejero. El entramado de calles de Salamanca responde a las características plasmadas en la novela. Un racimo de calles por el que se puede vagabundear sin alejarse prácticamente nada de los destinos cotidianos de otros días. Augusto callejea en dirección opuesta al Casino y sin embargo no tarda en encontrarse por la calle a Víctor, su compañero de correrías del Casino. Es lo que tienen las ciudades pequeñas.

Y a lo mejor por ser una ciudad pequeña, donde todo y todos están tan cerca, se acentúa la sensación de desconexión, de aislamiento:
Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. […] Y siguieron los dos, Augusto y Eugenia, en direcciones contrarias, cortando con sus almas la enmarañada telaraña espiritual de la calle. Porque la calle forma un tejido en que se entrecruzan miradas de deseo, de envidia, de desdén, de compasión, de amor, de odio, viejas palabras cuyo espíritu quedó cristalizado, pensamientos, anhelos, toda una tela misteriosa que envuelve las almas de los que pasan.
La calle era un cinematógrafo y él sentíase cinematográfico, una sombra, un fantasma.
Y así el que más y el que menos, con el alma envuelta cada uno en nuestra tela misteriosa, tenemos días en que caminamos como sonámbulos, como fantasmas por la Salamanca de Augusto Pérez, la Salamanca de Niebla; esa gran novela de Miguel de Unamuno.

Laura Rivas Arranz
Escritora. Autora de las novelas Rompecabezas y Pasos en la escalera

Pasos en la escalera novela de Laura Rivas Arranz



BIBLIOGRAFÍA
  • Niebla. Miguel de Unamuno. Alianza Editorial. Madrid. 1986
  • Dos días en Salamanca. Pedro Antonio de Alarcón
  • Guía descriptiva de los caminos de hierro del norte de España : conteniendo descripciones de los diversos puntos enclavados en sus líneas... : verano de 1917
  • El Adelanto Diario político de Salamanca. 15 de enero 1899
Licencia Creative Commons Este obra de Laura Rivas Arranz está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.  

Comentarios

  1. Te ha quedado una reseña increíble, paisana. Tengo que releer "Niebla", la leí hace años y me gustó mucho, pero la tengo muy olvidada. Gracias por recordármela, y coincido contigo en que Salamanca tiene que ser esa ciudad en la que vive Don Augusto.

    Un beso shakiano!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola shaka! ¡gracias! A mí me ha pasado igual. Tenía "Niebla" muy olvidada pero recordaba que me gustó. Y cuando me he puesto a leerla me he encontrado con un libro nuevo, porque me ha parecido otro muy distinto del que leí hace años.Tiene mucha tela que cortar. Vamos, una pasada de novela!

      Otro beso para ti!

      Eliminar
  2. Hola paisana, estoy de vuelta para decirte algo: Pásate por mi blog cuando puedas. Tienes un regalito esperándote.

    Un beso shakiano!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario