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En 1926 la editorial Juventud publica en su colección «La novela rosa» La dama del rubí, primera novela de la escritora salmantina Pilar Tavera Domínguez.

Dicen los escasos estudiosos de la narrativa rosa que esta colección pudo ser la creadora de la denominación novela rosa.De lo que no cabe ninguna duda es de que asentó definitivamente el término para este género de novelas.

Contra la novela rosa han corrido ríos de tinta, descalificándola de subliteratura, paraliteratura. Pero la realidad es que para ser justos haría falta un estudio evolutivo del término, que analizara los rasgos de aquellas primeras novelas que llamaron rosas y los comparara con lo que hoy calificamos de tal. Da la impresión de que el género ha ido decayendo estrepitosamente en calidad con los años.

En cualquier caso, el desprecio por la novela rosa llegó a un punto con el paso del tiempo en el que los propios autores se avergonzaban de sus escritos y preferían firmarlos con seudónimo. No es el caso de Pilar Tavera Domínguez, que en los albores del género — y también después— firma sus novelas con nombre y apellidos, y muy bien que hizo porque por lo leído hasta ahora nuestra escritora rosa no tiene absolutamente nada de qué avergonzarse.Pilar Tavera escribió una muy buena primera novela.

El tema principal que desarrolla La dama del rubí son las decepciones, la tristeza, la desolación que nos invade incluso cuando todo debiera ir bien. La vida es inevitablemente triste. De todo esto habla Pilar Tavera en su primera novela. También se muestra preocupada por la situación de la mujer y torea a la censura para hablar de independencia y libertades femeninas.

No es por tanto una novela rosa al uso. Al menos lo que hoy entendemos por “novela rosa”.

¿Y quién era la autora de una novela rosa tan atípica? Una escritora también atípica.

 

LA AUTORA

Foto obtenida en la web de prensa histórica

Pilar Tavera Domínguez era modista. Especializada en corte español y francés. Vivía en el segundo piso, del número 21, en la Plaza Mayor. Se anunciaba así en el Adelanto de 1907.

 

Debía de ser tan buena cosiendo como escribiendo, porque en octubre de 1916 abre con su hermana Betsabé un negocio en el número 4 de la calle del Príor: Modas de París. Una tienda de ropa y sombreros para mujeres y niños, que a los pocos años la prensa ya denomina “importante tienda de modas”. Se especializan en traer moda francesa a Salamanca. Cosen a medida en sus talleres de costura, hacen exposiciones de modelos.

Pilar Tavera

Foto obtenida en la web de prensa histórica

Conocemos que Pilar Tavera está al frente de Modas de Paris gracias ni más ni menos que a los hijos del conocido fotógrafo, Venancio Gombau; Salamanca es un pañuelo muy pequeño. Los hijos del fotógrafo, Amalio y Guzmán, que luego se harían también fotógrafos, eran niños entonces. El 16 de agosto de 1918 juegan con sus amigos en la calle del Prior. La diversión se interrumpe estruendosamente con un cristal roto de Modas de Paris. Pilar Tavera pone la denuncia.

Foto obtenida en la web de prensa histórica

Pilar y su hermana Betsabé salen a menudo en los ecos de sociedad de aquellos años, con motivo de sus viajes a Madrid, Barcelona, París en busca de nuevos modelos para la tienda, que acerquen a la vieja Salamanca los aires nuevos de la moda francesa.

 

Foto obtenida en la web de prensa histórica

Pilar Tavera se define a sí misma de condición humilde. Nació en Ledesma. Hija de un carabinero, Joaquín Tavera de la Iglesia y de Antonia Domínguez.Además de Betsabé, Pilar tuvo —que sepamos— dos hermanos más: Alejandro y Manuel.

Alejandro Tavera Domínguez fue en alguna ocasión apoderado de su hermana Pilar en la Cámara de comercio e industria de Salamanca. De una esquela, con motivo de la muerte de su esposa, se rescata el nombre de la madre de la escritora: Antonia Domínguez. La esquela es de 1922. Sólo menciona a la madre así que es de suponer que el padre de Pilar Tavera ya había fallecido por entonces.

El otro hermano, Manuel Tavera Domínguez, fue un carpintero al que en 1906 persigue un juzgado militar por ser excedente de cupo llamado a cubrir una baja en un remplazo y no presentarse. Un dato algo rocambolesco y anecdótico, que hago constar aquí porque de esa orden de busca y captura se obtiene el nombre del padre de la escritora: Joaquín Tavera.

Joaquín Tavera de la Iglesia debió de fallecer varios años antes de 1922. La suposición se basa en que Pilar Tavera se anuncia como modista en 1907, y muy joven debía de ser en aquel momento, para que en 1918, con motivo de la denuncia por la rotura del cristal de su tienda, el periódico se refiera a ella como “la joven Pilar Tavera”. Quizá la muerte del padre obliga a Pilar Tavera a trabajar desde adolescente.

En cualquier caso, el contenido de su primer libro, encaja mal con una autora joven. La temática de la novela es más afín a una mujer que carga ya sobre sus hombros unas cuantas decepciones vitales. Por todo ello, me atrevo a suponer que cuando Pilar Tavera escribe La dama del rubí debía de ser una treintañera incluso avanzada. En el periódico se refieren a ella como “señorita”, de lo que se deduce que Pilar Tavera Domínguez es por entonces una treintañera soltera, sin compromiso, con negocio propio, independiente y libre para viajar y escribir.

En cuanto a la formación literaria de Pilar Tavera Domínguez no hay datos. No parece que teniendo que trabajar desde muy joven pudiera acceder a una formación reglada y estudios superiores, pero el Adelanto destaca la cultura de la escritora. Se hizo y se formó a sí misma.

En noviembre de 1926, La dama del rubí luce en el escaparate de la librería-papelería Calón. La librería estaba situada entonces en el número 10 de la plaza mayor. Era el centro de una importante actividad cultural, tertulias etc. El nombre de Pilar Tavera recorre la ciudad entera. No hace falta mucha imaginación para suponer que a la curiosona Salamanca le falta tiempo para lanzarse a la lectura de la novela escrita por la dueña de Modas de París, editada nada más y nada menos que por una editorial de éxito, y en una colección de más éxito aún. En la librería Calón se agotan los ejemplares.

Reconozcámoslo: Salamanca siempre ha sido algo predispuesta a generar un olimpo cultural que lo domina todo. En aquella época, lo más granado de la intelectualidad charra lo componían: Fernando Íscar Peyra, Francisco Maldonado, Isidro Beato (catedrático de la Universidad), Mariano Cividanes, José Cuello Calón (dueño de la librería Calón ), Juan Domínguez Berrueta, Cándido Rodríguez Pinilla. Todos ellos leen La dama del rubí y abren de par en par las puertas del olimpo literario local para recibir a Pilar Tavera. Lo hacen el 8 de diciembre de 1926, en la casa rectoral del colegio de san Ambrosio. Obsequian a la escritora y a su hermana Betsabé con una merienda. Allí elogian su novela y el prestigio de la colección “La novela Rosa”:

Pilar Tavera […] que ha conseguido destacarse, con esfuerzo de su talento, de su cultura y de su entusiasmo por la pluma, y de lo que todos esperamos nuevos frutos que afirmen y consoliden el nombre literario que con su primera producción ha conquistado.

A continuación se sucede el clásico párrafo de recalcitrante machismo decimonónico que sin embargo voy a hacer constar aquí, porque de todos los datos localizados éste es lo que más se acerca a una descripción de la autora. Sesgada, pero descripción. Leámosla entre líneas:

Pilar Tavera es sencilla, discreta, inteligente. Su charla es agradable. No tiene el empaque de ese intelectualismo femenino descarriado, con fuerza de querer ser erudita. Es armoniosa, sobria, con la agudeza de un talento en pleno apogeo, modesta, como si su obra, aceptada de plano por la prestigiosa Biblioteca Rosa no tuviese la menor importancia.

Pilar Tavera tuvo que sentirse bastante molesta al leer esta descripción pringosa de machismo paternalista y malintencionado, que busca situar a una mujer de éxito, tanto literario como profesional, en un plano de “amable” inferioridad frente al intelectualismo masculino encarrilado y erudito por razón de genética y cromosomas…

El artículo finaliza así:

Y por nuestra parte, un ofrecimiento cortés y sincero a la señorita Pilar Tavera, de las columnas de este diario.

No he encontrado en El Adelanto ni una sola columna firmada por Pilar Tavera.

Lo único que consta es su participación en el almanaque que publica el Adelanto el 1 de enero de 1927. El periódico lanzaba al famoseo charro la siguiente pregunta: ¿Cual va a ser su mayor afán en 1927?

Pilar Tavera envuelve su respuesta en esa marcada humildad e insignificancia que se le exigía a toda mujer, garantía de no ser acusada de forzar intelectualismos descarriados… Pero después de quitarse tan decimonónicamente valor y mérito, suelta la siguiente bomba:

Así, mientras vosotros los hombres lucháis por hacer patria, procuraremos nosotras hacer humanidad. Y unidos así nuestros esfuerzos, lograremos hacer una patria grande y feliz. Ese es mi mayor afán, en este año, en mi corazón de mujer.

La dama del rubí fue un éxito rotundo. Lo dice El Adelanto y lo afirma también la editorial Juventud en el prólogo a la segunda novela de Tavera, Sólo por amor, publicada en 1930 en la misma colección “La novela rosa”.

Dicen los estudiosos de la historia de la edición que estas novelas, vendidas a bajo precio en papelerías y quioscos, eran un negocio redondo con el que las editoriales facturaron mucho dinero. Y parece que a los escritores tampoco les fue mal. Se hacían tiradas que desde la óptica actual nos parecen estratosféricas. Estudios sobre la novela rosa afirman que podían lanzarse tranquilamente más de diez mil ejemplares de cada novela. Y lo que es aún más estratosférico: se vendían ¡y se leían! Eran otros tiempos en los que la gente escapaba de la estrechez del mundo adentrándose en un libro para construir otro mundo posible —hoy, la gente se conforma con acoplarse electrónicamente a mundos prefabricados, que buscan hacer reaccionar más que hacer pensar al usuario; eso que perdemos… — .

No recuerdo ningún otro caso en que un periódico, a la hora de hablar de una novela y de su autor, haga referencia a lo que ha cobrado el escritor. El Adelanto afirma que Pilar Tavera ha sido “pagada espléndidamente” por su novela. Por ello, debía de ser un asunto no menor.

¿Fue tan espléndidamente remunerada quizá que, un tiempo después, Pilar Tavera decide empezar una vida nueva en otro lugar? En 1928, Pilar Tavera abandona Salamanca. Al menos, todos los datos encontrados apuntan en esa dirección. Ese año se celebran en Salamanca dos actos culturales importantes: el baile de la prensa y un homenaje al poeta Cándido Rodríguez Pinilla. Pilar Tavera no está presente en ninguno de los dos, pero envía a Salamanca sendos telegramas para que el grupo intergaláctico de intelectuales charros que la acogieron sepan lo presentes que los tiene a todos, aunque ella esté ya lejos de la ciudad.

Desde esa fecha se observan cambios en Modas de Paris, la tienda deja de vender ropa y se especializa en sombreros. Otro dato más que parece indicar que Pilar Tavera, modista y alma de Modas de París, ya no está en Salamanca.

La edición de la segunda novela de la escritora, Sólo por amor, es mas mimada que La dama del rubí. A pesar de ser una edición económica, los capítulos vienen precedidos de letras capitulares y dibujos.

Sólo por amor, Pilar Tavera

 

Salta a la vista que en los cuatro años que separan la primera novela de la segunda, a la editorial le ha ido bien. Con la segunda novela de Pilar Tavera esperan continuar el éxito. En el prólogo de Sólo por amor auguran para esta novela un éxito aún mayor al que cosechó La dama del Rubí.

 

Quizá fue así. Quizá tuvo un éxito aún mayor y por eso los últimos vínculos de Pilar Tavera con Salamanca se rompen en 1932. Parece que la escritora se ha establecido ya definitivamente fuera de Salamanca. Su casa, donde ejerció de modista, se vacía. El 20 de febrero de 1932 se anuncia en El Adelanto la venta de unos muebles en la planta segunda del número 21 de la Plaza Mayor: un comedor completo y un despacho americano.

 

Quién sabe si las aventuras y desventuras de La dama del rubí fueron hilvanadas y confeccionadas entre ese despacho americano en venta y los desaparecidos mostradores de Modas de París.

 

También Modas de París se pierde después de esa fecha. En la prensa no se encuentran ya más anuncios publicitarios.

No sabemos hacía dónde fue Pilar Tavera. Ni dónde la alcanzó después la guerra civil. Si sabemos que continua escribiendo. Dos novelas más que se publican ya en los años cuarenta.

La Golondrina de las alas rotas, editada en la misma colección de la editorial Juventud. Publicada sin fechar, pero que por otros libros que aparecen publicitados en el ejemplar, hay que datar en una fecha posterior al año 1942.

Águila real que ya no será editada por Juventud sino por La Novela Ideal, en 1943.

De Sólo por amor a La golondrina de las alas rotas transcurre una década entera de silencio y de misterio por ahora sin resolver.Después de Águila Real, parece que la escritora enmudece para siempre. En la Biblioteca Nacional no se conservan más escritos suyos. La pista de Pilar Tavera Domínguez se pierde en los años cuarenta. ¿Qué fue de ella? ¿Dejó de escribir? ¿Escribió más?

La respuesta a esas preguntas quizá un día aparezca en las páginas de algún periódico de posguerra. Hay que seguir investigado. La singular figura de la escritora, el indudable valor de sus textos merecen que Pilar Tavera siga siendo caso abierto.

La dama del rubí

Breve análisis

La dama del rubí arranca de la Estación del Norte madrileña. La protagonista emprende viaje a París. Durante el trayecto conoce a su coprotagonista, la misteriosa dama del rubí.

 

La novela es notable por muchos aspectos. Uno de ellos, que lejos de seguir el guion convencional de toda novela rosa —dos jóvenes protagonistas de un amor imposible, que supera las dificultades con una gran explosión de felicidad final que cristaliza para siempre en el matrimonio…—, la autora centra la historia en María de Carvajal, una mujer que ha alcanzado ya esa “ansiada felicidad” del matrimonio, que para colmo de alegrías le quedan escasos meses para alcanzar ese otro gran sueño que a toda mujer se le supone —aunque sea mucho suponer—: ser madre. Y aún así María de Carvajal, sufre terriblemente. Se ve envuelta en una maraña de obsesiones y dudas acerca de la fidelidad de su marido que la hunden en la oscuridad. Es verdad que al final triunfa el amor, no puede ser de otro modo. Pero a lo largo de las páginas, la autora se despacha muy a gusto señalando las oscuridades del amor: los celos, las dudas, la volubilidad de los sentimientos humanos, la desesperación…

Es verdad que también hay en la novela dos jóvenes cuyo amor imposible culmina en boda, pero el acierto de la autora es convertir este tópico de la novela romántica en argumento secundario, que importa mucho menos que las oscuridades que atormentan a la mujer casada y madre inminente. Que no os engañen —parece decirnos Pilar Tavera desde su texto— lo de “fueron felices para siempre” tiene ingredientes de estafa.

En 1926, cuando se publica La dama del rubí, España está bajo la dictadura de Primo de Rivera. Se ha instaurado una censura para todos los libros de menos de 200 páginas (parece que los volúmenes más gruesos, al ser más caros y tener menos público, encerraban menos peligros para el régimen…) La dama del rubí con ochenta páginas y a un precio de 1,50 pts., tuvo que pasar la aprobación de la censura. En este contexto de censura, algunos párrafos de la novela adquieren significación especial como vamos a ver ahora.

Los personajes femeninos de La dama del rubí son fuertes, luchadoras, no buscan ser protegidas por ningún hombre y no temen contrariarlos cuando mantienen con ellos una relación. La autora iguala a hombres y mujeres. Los males de la protagonista, sus dudas y sus penas, son calificadas enseguida por un médico de consabidos histerismos femeninos, pero Pilar Tavera tira por tierra estos argumentos haciendo que los personajes masculinos padezcan el mismo mal y las mismas dudas. De hecho, al final de la novela, la autora deja que sospechemos que son las dudas y las obsesiones de un amor no correspondido lo que ha llevado a uno de los personajes masculinos a la locura primero y a la muerte después. En la novela se igualan por tanto mujeres y hombres en sentimientos y en pretensiones.

La autora protesta también del encierro doméstico que padecen las mujeres en comparación con la activa vida laboral y social de sus maridos. Pero todo ello, claro está, para evitar un ataque de nervios a los censores, la autora lo envuelve en una atmósfera políticamente correcta para la época, escribiendo entre líneas, afirmando rotunda lo contrario de lo que escribe:

“No creo que haya motivo para que nos alarmemos por lo que tú llamas coqueterías de Mariette. París… no es nuestra España… y esto nos lo dice todo. Este vivir independiente de las mujeres, esta libertad en todos sus actos, como no estamos habituadas a verlos en nuestro país, nos hace dudar de su moralidad. Nuestras dudas son injustas. No son ellas así porque su despreocupación obedezca a la falta de principios morales, sino porque una corriente moderna las empuja a serlo y las obliga ir adelante una moda caprichosa. ¡Por desgracia, en su rápido caminar pronto se introducirá en nuestra patria y arrancará de ella aquellas patriarcales costumbres que eran nuestro orgullo!”

No creo estar haciendo una lectura a la contra al afirmar que en ese párrafo la narradora desea que las patriarcales costumbres sean arrancadas de nuestro país. Pilar Tavera se parapeta de la censura con las expresiónes “Por desgracia” y «nuestro orgullo», y desde esa barricada defiende que la independencia de las francesas no tiene nada de inmoral. Y amenaza al Régimen exclamando que la libertad de la mujer en todos sus actos pronto llegará también a España.

Uno de los elementos que contribuye al clima de corrección política, muy al gusto de la censura, es la religiosidad de la protagonista. Las crisis obsesivas de María de Carvajal desembocan con frecuencia en alguna iglesia o capilla, pero lo curioso es que ninguna de sus súplicas a Dios son escuchadas. Cada vez que María de Carvajal pide ayuda a Dios le cae otro sopapo de los cielos. Pero María sigue rezando a ese Dios que no la escucha, y frecuentando iglesias, y siendo todo lo devota que una mujer se suponía que debía ser. De este modo la autora consigue colarle a la censura una de las descripciones más aterradoras que puedan hacerse de la casa de Dios:

Después de la celebración de una boda, María de Carvajal regresa a la capilla:

[…] penetré en la capilla, en la que había un silencio de tumba, que casi acobardaba.

Contribuía a aumentar el pavor misterioso que se sentía en ella, la semiobscuridad que la envolvía, en cuya penumbra se mostraban las formas con una tal vaguedad y con una tal imprecisión, que cada uno de los objetos se asemejaba a un fantasma de un mundo desconocido. Reinaba en ella el desorden desolador que sigue a ceremonias tan solemnes como lo había sido la que pocas horas antes se celebrara en ella. Las plantas, las flores, hasta diversos objetos del culto, se hallaban esparcidos y arrojados en revoltijo de un desidioso abandono; y las primeras y las segundas holladas y pisoteadas por aquellos seres en fiesta, que, después de gozar su lozanía y de recrear sus sentidos con su belleza y aromas, las habían arrojado como cosas inútiles…

Aparte de aquellos pobres restos marchitos, nada quedaba de toda su anterior hermosura, de todas aquellas fragancias embriagadoras y ensoñadoras que nos deleitaran momentos antes. ¿Por qué, al contemplarlos, y al recordar el bello aspecto que ofrecía la capilla engalanada, un pensamiento de angustia se apoderó de mí? No sabía explicarlo. Quizá fuera porque pensara al mismo tiempo en la fragilidad de todo sentimiento humano, y en nuestra inconsecuencia al acariciarlo o abandonarlo según nos lo exige lo variable de nuestras impresiones.

Una vez ante el altar, me arrodillé blanda y perezosamente, y quedé sumida en recuerdos que me hicieron olvidar el motivo de mi entrada en la capilla. Reaccioné al fin, y ya empezaba a pedir a Dios de piedad concediera a los que tanto amaba la merced de una vida feliz, que, a juicio mío, merecían en compensación a sus anteriores sufrimientos, cuando vino a distraer mi atención una lucecilla roja, que como estrella arrancada de la noche, brillaba entre las manos de Santa Lucía, la excelsa patrona de la capilla, bajo cuya advocación la había puesto madame Guissó como prueba de cariño a su sobrina Luci. Mis ojos, hechos ya a la semiobscuridad, miraban a la santa mártir con amor y conmiseración; y ella, como si leyera en el fondo de mi alma, me mostraba entre sus manos benditas la pequeña bandeja en cuyo fondo reposaban sus pupilas arrancadas por sus bárbaros martirizadores.

Entre rezos y alabanzas a Dios, que tanto han satisfecho siempre a las censuras, sobre todo si procedían de personajes femeninos, la protagonista contrapone el miedo que emana de una iglesia al disfrute de una fiesta. Al leer la página es inevitable no pensar en una denuncia de ese miedo que desde siempre ha utilizado la iglesia para oponerse y para controlar el disfrute de la fiesta, de la vida.

Llaman la atención esos objetos de culto “esparcidos y arrojados en revoltijo de un desidioso abandono”. Un abandono que parece incluso escandaloso si tenemos en cuenta la ceremoniosidad rimbombante con la que se conducen todos los curas cuando mueven de acá para allá sus objetos de culto. Un escándalo, que al venir de un personaje tan devoto, pasó la censura sin problemas, y en las páginas de La dama del rubí quedaron para siempre los objetos de culto tirados en un rincón como cosas que sirven para poco…

Igual que la desoladora bandeja con los ojos arrancados de santa Lucía, quien parece decir a la protagonista: ¿pero qué pides? ¿pero qué suplicas y suplicas? ¿pero es que no estás viendo cómo nada ni nadie impidió que me arrancaran a mí los ojos, con todo lo santa que era?…

El final de la historia es semifeliz. La protagonista regresa con su marido y su bebé a Madrid, ciudad que quiere con toda su alma. Lo último que nos cuenta María de Carvajal es que es feliz, pero justo un renglón más arriba nos regala esta descripción extraña de su ciudad amada:

<<Oh, Madrid, Madrid; en mi pecho has entrado como algo mío. En mi pecho ha entrado tu sol, en mi pecho ha entrado tu cielo bendito, en mi pecho ha entrado ese airecillo tan sutil que viene de Guadarrama para embalsamar y purificar la atmósfera pestilente que te rodea>>

De eso va esta novela; del amor y su sol, del amor y su cielo, del amor y sus atmósferas pestilentes; de la vida y sus pestilencias. De las decepciones, de la pérdida, de esa niebla fría, gris que baja cuando menos la esperas y te roba el sol.

La dama del rubí

Selección de fragmentos

Y el germen de una sospecha, de una angustiosa sospecha empezó a agitarse en mi ser, y una idea maldita cruzó por mi mente con igual rapidez que cruza los espacios el cuervo que huele una carroña

—Observo que en ese retrato yo no soy yo, sino una imagen muy parecida a la mía pero idealizada, pudiera decirse inmaterializada.

El monstruo de los tentáculos atormentadores vino a visitarme de nuevo después de algunos días de ausencia, haciéndome exclamar:

—¡Qué triste es la vida! ¡Cuán pequeña compensación a los dolores que nos proporciona es el placer insignificante que disfrutamos de ella!

Abierta desde hacía dos días la Exposición, todo un mundo de artistas y de curiosos pululaba por las estancias en un bullir de multitud ávida de emociones.

Desfilan carruajes llenos de riqueza y elegancia en dirección al lugar de moda. Todo el París elegante se ha dado cita en él deseoso de que le vean más que de contemplar las distintas manifestaciones del arte, y que de recibir un baño espiritual gustando las dulces emociones que despierta en las almas la contemplación de la belleza.

Queriéndole como le quiero, me veo precisada a asistir como espectadora a los triunfos que su varonil belleza alcanza sobre las de nuestro sexo, […] Añade a las razones expuestas, su continuo ajetreo por sus relaciones con todos los diplomáticos, por las fiestas en las embajadas, los mil compromisos en que se ve de comidas fuera de casa, asistencia a teatros, conciertos, etc., etc., que, al alejarle de mí, me convierten en solitaria casi perpetua y comprenderás por qué mi vida en esta gran Cosmópolis no me ofrece gran atractivo. […] Quizá influyan en ellas, estas nieblas parisinas, que envolviendo mi espíritu en sus nebulosidades, me hagan ver todo cuanto me rodea de un gris obscuro que enturbia en él cuantos rayos luminosos intentan iluminarlo.

—El amor, que no sabe de reflexiones, tampoco sabe de rencores —me contestó acariciándome. —.Es capaz de toda grandeza, como lo es de llegar hasta la abyección, sin que él mismo sepa cuándo asciende a la cúspide, ni cuándo va a sepultarse en los abismos de mayor profundidad.

Mi lema en amor es <<Vivir muriendo, mas morir queriendo>>

El conserje ofreciéndome una carta me dijo:

—Carta para el señor.

Maquinalmente la tomé y subí a mi cuarto. […] Luci al escribirla, había ido depositando en ella tal cantidad de dolor, que a pesar de la distancia que nos separaba al uno del otro, y a pesar del tiempo transcurrido desde que fue depositado hasta que llegó hasta mí, cosa que hizo dos meses después, lo percibí íntegro, sin que ni la más pequeña partícula de él hubiera quedado ni en el espacio ni en el tiempo. Y sufrí por los dolores de ella.

—¡Pobre hermano mío! ¡Qué vivir tan atroz el tuyo, siempre entre dudas fantásticas de todo y por todo, y sin fe, ni en ninguno de los seres que te rodean, ni aun siquiera en tus sentimientos propios!

—¿Feliz… él? No podrá serlo nunca… ¡Nunca! Sus dudas, que ofenden, destruirán cuanta felicidad pudiera proporcionarle.

No hay que huir despavoridos de los fantasmas que se nos aparezcan en la vida, o en la imaginación, sino enfrentarse valientemente con ellos y desenmascararles. Para vencer una duda, nada más eficaz que una franqueza.

La felicidad de la juventud es de un tan distinto género a la de que gozamos en nuestra infancia…

¡Años de la niñez!… ¿Por qué tan luego pasáis? ¿Por qué al alejaros os lleváis con vosotros tantas cosas tan bellas? ¿Y por qué nos dejáis en cambio tantas decepciones?

Y mis hermanos, a los que seguía creyendo imprudentes […] suponía que se hallarían en Monte Carlo aún, asomados al borde del abismo que amenazaría atraer hacia sí su dicha para devorarla… Si acaso a aquellas horas no lo había hecho ya […]

Me entregó la correspondencia […] era de ellos, de los dos imprudentes que me escribían desde el mismo borde del abismo, donde, como me suponía, se hallaban; y me escribían para tranquilizarme.

 


 

Bibliografía

  • La novela rosa y la construcción narrativa de la identidad femenina. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa. Instituto de Filosofía CSIC. Prólogo de La novela Rosa. Antonio Gonzalez Lejárraga. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 2011
  • Discurso de Autora: Género y Censura en la Narrativa Española de Posguerra. Lucía Montejo Gurruchaga.
  • http://acotacionesdeunlector.blogspot.com.es/2011/06/la-novela-rosa-antonio-gonzalez.html
  • Librería-Papelería Calón más de un siglo junto a la cultura de salamanca.Cuadernos del museo del Comercio: http://docplayer.es/16651634-Libreria-papeleria-calon.html
  • El Correo Militar 10 de abril de 1889
  • Boletín Oficial de Zamora: 2de febrero de 1906
  • El Adelanto Diario político de Salamanca: 8, 23 de enero de 1907, 6 de octubre de 1916, 25, 23 de abril, 27 de octubre de 1917, 16 de abril, 19 de abril, 7 de septiembre, 6 de septiembre, 17 de agosto de 1918, 10 de octubre de 1918, 14, 7 de abril, 18 de octubre de 1919, 3 de abril, 7, 8, 13, 14 de octubre de 1920, 17, 26 de marzo de 1921, 27 de julio de 1922, 9 de diciembre de 1926, 1 de enero, 17 de febrero, 23 de julio de 1927, 15 de mayo de 1928, 5 de septiembre de 1929, 12 de octubre de 1930, 3 de mayo de 1931, 20 de febrero, 2 de marzo de 1932
  • Diario de Alicante: 22 de noviembre de 1926
  • Sesión de plenos de la Cámara de comercio de Salamanca: 9 de enero de 1931
  • Boletín de la Cámara de comercio e industria de Salamanca: Noviembre 1918
  • Nuevo Mundo: 4 de febrero de 1927