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Casi a orillas del Tormes se levanta, veintiún metros sobre el nivel del suelo, la peña Celestina. Este rincón de Salamanca, envuelto en la magia de la Celestina literaria, esconde además una interesante historia de milagros, suicidios y un fantasma que se aparecía en las cálidas noches de un verano.

LOS SUICIDAS DE LA PEÑA CELESTINA

Situada en el barrio de los Milagros, la peña Celestina fue durante mucho tiempo el lugar elegido por los que ya no esperan milagros para poner fin al sufrimiento arrojándose peña abajo.

Los periódicos de finales del siglo XIX y principios del XX guardan para la posteridad las historias de aquellas personas, que un mal día se sintieron tan atrapados que tomaron la peor de las decisiones. 

Victoriano Sánchez, un veterinario de cincuenta años, viudo, que tras tomar un refresco se dirigió el 3 de junio de 1905 a la Puerta del Río. De camino a la peña dio los buenos días a una mujer que estaba a la puerta de su casa. En lo alto de la peña Celestina quedó su bastón. Abajo, en el suelo, un sombrero y un lapicero pequeño, con el que escribió una carta al juez en la que pedía que a nadie se culpara de su muerte. El redactor de El Adelanto termina el artículo diciendo:

Los móviles de la fatal determinación tomada por don Victoriano han sido según nuestras noticias de índole particular.

El 17 de enero de 1908, Ángel Calvo Domínguez, veintidós años, cochero, se vendó los ojos con un pañuelo y se arrojó acto seguido por la peña Celestina. El periodista de El Adelanto habló con amigos y compañeros del joven. Explica que unos días antes Ángel Calvo había discutido con otro cochero en la estación. Un guardia determinó que la contienda tendría que resolverse en el juzgado y terminó por darle al joven un bastonazo en la nariz, del que tuvo que ser atendido en la Casa de Socorro. Desde aquel día el muchacho se mostraba muy preocupado porque pudiera pasarle “algo gordo” al tener que ir al juzgado. El 17 de enero, poco antes de tomar el camino de la peña Celestina, atropelló con el coche a un burro y lo mató. El periodista se lamenta:

pequeñeces que sin duda alguna tomaron tal cuerpo en el ánimo del infeliz protagonista que le llevaron a adoptar una fatal resolución.

En febrero de 1889 El Fomento publica lo siguiente:

Entendemos como nuestro colega El Adelanto, que el Ayuntamiento debe ordenar se levante con toda urgencia una pared en la peña Celestina, para cerrar el abismo abierto desde tiempos remotos en un barrio de mucha población y bastante transitado.

En junio del año siguiente, al dar cuenta de otro suicidio El Fomento denuncia:

Antes de ahora lo hemos dicho. Si el Ayuntamiento no acuerda que se coloque una valla en la Peña Celestina al sitio de Los Caídos, tendremos que lamentar a menudo desgracias.

 

No sólo por los desgraciados que se acerquen a dicho sitio con el decidido propósito de suicidarse, arrojándose desde aquella altura, para los cuales siempre sería un entorpecimiento no poder salvar en el acto el abismo; por los niños, por los jóvenes traviesos y por las personas que no conociendo tan peligrosos lugares transiten por ellos de noche, es necesario que el municipio ordene la construcción de una pared o la colocación de una verja, a fin de evitar en lo posible accidentes desagradables.

Desde nuestro presente global, dominado por Internet y la naciente inteligencia artificial nos llaman la atención aquellos periodistas de siglos pasados a los que les importaban y mucho las historias pequeñas, esos acontecimientos menudos en los que zozobramos las personas, y se lanzaban a la exploración del camino que lleva a un suicida a lo alto de una peña. Preguntaban aquí y allá para entenderlo, y si el drama resultaba ser demasiado íntimo publicaban aquello de que el asunto era “de índole particular”. Aquellos periodistas plasmaban entre líneas el estremecimiento de un último refresco antes de morir, o un último saludo cruzado con un desconocido antes de saltar fuera de este mundo. Aquel era otro periodismo, otra vida, otro universo donde el morbo aún no había sustituido a la fraternidad y la empatía.

Atardecer desde la peña Celestina en Salamanca

Vista desde la peña Celestina

EL FANTASMA DE LA PEÑA CELESTINA: El FANTASMA ENAMORADO

Al despuntar el siglo XX, el entorno de la peña Celestina está sembrado de las ruinas de monumentos destruidos en la invasión francesa, y de casas modestísimas que se van levantando, muchas de ellas con piedras de aquellos monumentos desaparecidos. El escenario es tan ruinoso que pronto los Salmantinos empiecen a referirse al barrio de los Milagros como barrio de los Caídos. Es el lugar perfecto para que el Viernes, 17 de agosto de 1906, se desencadene una historia de fantasmas.

La noche envuelve en tinieblas la zona de la Vaguada de la Palma. Se adivinan a la luz de la luna los perfiles escarpados de la peña Celestina. Es tarde y los vecinos han cerrado ya las puertas, dispuestos a pasar la noche. De pronto, una voz lastimera rasga el silencio:

—¡Poloniaaaaaa! ¡Aquellos ratos que pasábamos!

La frase en sí no es muy impresionante, pero el tono atormentado de los gritos sí lo ha sido y ha inquietado mucho a los vecinos. Preocupados, se mantienen a la escucha. El silencio más absoluto, interrumpido apenas por el piar de algún murciélago, sigue a las gritos y tiene un efecto calmante sobre el vecindario. Pero los gritos angustiadas se repiten, y vuelven a recorrer inflamados de pena el barrio de los Milagros.

—¡Poloniaaaaaa! ¡Aquellos ratos que pasábamos! ¡Poloniaaaaaa! ¡Poloniaaaaaa!

El ánimo de los vecinos más medrosos se achica, y se esmeran en comprobar las puertas y en cerrar esa ventana que han dejado abierta para aligerar el pesado calor de una noche de verano. Los más aventureros se arman de farol y algún palo, descorren los cerrojos de las puertas y salen a desafiar la tiniebla en busca de una explicación para esos gritos.

A la mañana siguiente los vecinos del barrio no paran de hablar de una misteriosa figura, envuelta en sábanas blancas, que fue vista la noche anterior recorriendo el barrio de los Milagros.

La noche del sábado, los serenos y un grupo de vecinos armados con palos, se han organizado por si el episodio se repite, dispuestos a dar un buen escarmiento al sin duda gamberro que está asustando al barrio. No se equivocan, porque los mismos gritos desgarrados se escuchan de nuevo:

—¡Poloniaaaaaa! ¡Poloniaaaaaa!

Se han oído con toda claridad y sin embargo los improvisados guardianes del barrio de los Milagros, por más que agitan faroles y palos, no logran descubrir al autor de tan desesperados gritos.

Al día siguiente el suceso corre de boca en boca por toda la ciudad, y  como no puede ser de otra manera, salta a las redacciones de los periódicos.

Los reporteros, deseosos de despertar del largo letargo estival, se lanzan a la calle. Recorren el barrio preguntando a los vecinos. Hablan con los serenos y buscan la opinión de los guardias.

Regresan a casa con la sensación de haber pateado un barrio sepultado en la Edad Media por la superstición de sus habitantes, por la pobreza reinante y porque el barrio está envuelto en un oscurantismo, que además es literal, más propio del medievo que de principios del siglo XX, y el Ayuntamiento no parece estar demasiado preocupado por combatir ni siquiera con farolas semejantes tinieblas.

Los días siguientes, entre las líneas de la historia de fantasmas, los periódicos denuncian el abandono de espanto que sufre el barrio de los Milagros.

Barrio de los Caídos. Salamanca

Fotografía cedida por El suelo de Salamanca

La fotografía sobre estas líneas recoge el aspecto que tenía la zona en 1990. Si ésas eran las condiciones que existían en los noventa, ¡cómo serían a principios del siglo XX! A la vista de la fotografía queda claro que las denuncias de los periodistas estaban más que justificadas. Aunque también, a la vista de la fotografía, da la impresión de que las denuncias de aquellos periodistas de 1906 de poco sirvieron.

Aquellos redactores, embarcados además en una cruzada contra la superstición, se esmeran en encontrar una explicación racional al fantasma.

El Adelanto publica la opinión de un guardia de la autoridad:

El hecho de haberse oído el lastimero grito de ¡Poloniaaaa! es cierto […] Se trata de un mozalbete que ha sostenido relaciones amorosas con una bella muchacha, habitante de los Milagros, llamada Polonia. Hace unos días que esas relaciones se han roto, y el galán enamorado aún de Polonia, encuentra consuelo sentándose en los Caídos y pronunciando sin cesar, a voces, el nombre de su amada.

El Castellano informa de que el autor de las voces es un viudo reciente, que incapaz de soportar el dolor se emborracha cada noche y sale a gritar su pena al barrio de los Caídos.

El Adelanto apunta también a un joven zapatero que según los redactores:

goza entre nosotros de justa fama de bromista y de hombre de ingenio…

Para no alimentar la irracionalidad, los periódicos charros se niegan a publicar las teorías que circulan entre los vecinos de los Milagros, a las que por otro lado no dudan en calificar de:

espantosamente tremendas.

Días más tarde, El Adelanto publica una carta anónima dirigida al director del periódico, donde se informa que la noche de la primera aparición del fantasma un honrado vecino de los Milagros había decidido bajar al río a darse un baño, y al salir del agua se encontró con que le habían robado la ropa y sólo halló en la orilla una sábana blanca. Envuelto en ella corrió hacia su casa. Para el autor de aquella carta, el misterioso fantasma no era más que el bañista sin ropa envuelto en su sábana blanca.

Ya fuera el propietario de las desgarradoras voces el mozalbete enamorado, el zapatero bromista, el viudo desesperado, el bañista desnudo o el fantasma espantosamente tremendo, lo cierto es que las voces siguen escuchándose en el barrio.

El fantasma de los Caídos pronto empieza a ser conocido en Salamanca como El Fantasma Enamorado. Se convierte en el fantasma charro más famoso, y durante varios días es capaz de protagonizar las tertulias y de reunir por las noches en el barrio a cientos de curiosos, procedentes de todos los rincones de la ciudad, ansiosos de ver al fantasma.

Las explicaciones racionales de los periódicos no dan respuesta a todas los interrogantes de los curiosos, que se reúnen expectantes por las noches a la caza del Fantasma Enamorado. ¿Cómo es que un bañista desnudo, que no querría llamar la atención, llama a gritos a Polonia? ¿Cómo es que un viudo borracho no es descubierto caminando tambaleante por las calles del barrio mientras se escuchan sus gritos? ¿Cómo es que se escuchan las voces pero nadie es capaz de ver al mozalbete enamorado o al zapatero bromista…?

Desde los periódicos se apunta a las cuevas que existen bajo la peña Celestina:

La voz parece partir de las cuevas que están debajo de la peña Celestina; pero nadie se ha atrevido a penetrar en aquellas profundidades por miedo al fantasma o tal vez por no deshacer el misterio que sirve ya de entretenimiento a muchas gentes

La fama del Fantasma Enamorado fue tal que no tardaron en salirle imitadores. O mejor dicho, imitadoras:

El fantasma de los Caídos está produciendo ya los sustos consiguientes.

Esta mañana han comparecido en el Ayuntamiento dos mujeres que anoche haciendo de fantasmas pasearon algunas calles de la población al grito consabido de Poloniaaa.

El teniente de semana señor Mirat, les ha impuesto a cada una multa de cinco pesetas.

El Castellano, bajo el título: «Otro fantasma hembra” da cuenta del siguiente suceso:

Anoche mismo surgió otro en la calle Asadería. Iba vestido de blanco con un farolillo rojo que despedía una viva luz colocado en parte vedada, y llevando una esquila en la mano que hacía sonar de vez en cuando.

 

El fantasma subió por dicha calle y recorrió otras varias yendo en dirección de las afueras de Sancti-Spiritus. Cuando hallaba gente al paso abría los brazos agitando la sábana en que se envolvía como las blancas alas de un ave fúnebre, y los transeúntes dejábanle el paso libre si eran valientes y huían despavoridos si eran cobardes; cansado de reírse del efecto que producía, el fantasma regresó a su casa sin sufrir el menor contratiempo dejando tranquila a la vecindad del barrio.

 

Dícese por los expertos en esto de reconocer fantasmas que el de la calle de la Asadería es una agraciada y bromista joven planchadora que anoche dejó la plancha para que otros la hicieran… y muy regular.

Hubiera o no un fantasma en el barrio de los Milagros, lo cierto es que pasados unos cuantos días los periodistas dejan de escribir sobre el extraordinario suceso, los salmantinos dejan de hablar de ello, y los bromistas van buscando otros temas para reír. El Fantasma Enamorado y su Polonia desaparecen en el mismo oscuro abandono que envolvía y envolverá, todavía por muchos años, el barrio de los Milagros.

LA PEÑA CELESTINA Y SUS MILAGROS

A veces la toponimia de las ciudades está llena de ironía. La peña Celestina, frecuentada como hemos visto por suicidas y un fantasma desgraciado en amores, se encuentra muy próxima al paseo del Desengaño y enclavada en el barrio de los Milagros. Muchos desengaños y pocos milagros encontrarían en sus vidas aquellos suicidas, que elegían a la peña Celestina como escenario de su salto mortal.

¿Pero sucedió algún milagro en aquel barrio? Podría ser…

El Puente Romano desde la Peña Celestina

Un estudio geológico de la peña Celestina nos regala una curiosa historia. En Descripción física, geológica y minera de la provincia de Salamanca, Amalio Gil y Maestre afirma:

La roca da salida en algunos puntos a pequeños filetes de agua, a la que se le atribuye virtud para curar males de los ojos, pero no difiere de las demás de la población.

Los ecos milagrosos del agua de la peña se filtran también en las páginas de El Castellano, un periódico que en 1906 hace alusión, aunque en tono algo jocoso a:

las virtudes milagrosas del agua de la peña Celestina.

Tanto el geólogo como el periodista, a pesar de su escepticismo, dan testimonio escrito de que el carácter milagroso del agua de la peña era una arraigada tradición entre los salmantinos.

Por la zona discurría el arroyo de los Milagros, que fue canalizado en el siglo XVIII

Pero el agua no era lo único milagroso que existía en la peña. En esta zona, la muralla de la ciudad tenía una puerta llamada de los Milagros. Villar y Macías explica que:

Tomó el nombre de una ermita que había sobre ella dedicada a Nuestra señora de los Milagros.

Bernardo Dorado da otra explicación:

Puerta de San Lorenzo o de los Milagros […] Estaba cerca la parroquial de san Lorenzo y de ahí tomó el nombre. Sobre el muro de dicha puerta se venera una imagen de la virgen por cuya intercesión se habían hecho muchos milagros y de ahí tomó el nombre.

En la zona de la peña Celestina se situaba por tanto la puerta de san Lorenzo o de los Milagros, con una imagen de la Virgen de los milagros en su muro, o bien con una ermita cercana dedicada a nuestra señora de los Milagros. Y en cualquiera de los dos casos, los milagros proliferaban en las proximidades de la peña Celestina.

Restos de la parroquia de san Lorenzo. Junto a la Peña Celestina

Restos de la parroquia de san Lorenzo junto a la Peña Celestina

A la parroquia de san Lorenzo se la llevó por delante la riada de san Policarpo, que debió de ser aterradora a juzgar por el grosor de los restos de la parroquia. Se ve que ni la Virgen ni las aguas milagrosas del barrio consideraron necesario librar a la ciudad de semejante tragedia… Pero la esperanza —como el amor— tiene razones que la razón no entiende, y el barrio siguió manteniendo con orgullo contra viento, marea, riada, suicidas e invasión francesa el nombre de los Milagros.

Sobre la peña Celestina pueden apreciarse en la actualidad unos interesantes restos arquitectónicos. En los tiempos de la repoblación se construye sobre la peña el Alcázar. Se levanta sobre las ruinas de otra edificación anterior conocida como Castillo Viejo.  A la nueva edificación se la llama Alcázar de san Juan.

Restos del Alcázar de san Juan en la peña Celestina. Salamanca

Luís Serrano-Piedecasas Fernádez y Miguel Ángel Muñoz García, del Laboratorio de Arqueología Medieval de la Universidad de Salamanca, describen así las ruinas que vemos en la actualidad sobre la peña Celestina:

Restos de un gran torreón acompañado de un paramento adyacente, ambos de mampostería irregular. A ello debemos sumar a su derecha, una torre que presenta tres fases constructivas: la primera con grandes sillares graníticos en las esquinas, una posterior compuesta por sillares en arenisca y marcas de cantero ¿acaso puede relacionarse esta fase con los años de construcción del denominado “alcázar nuevo”?, y por último un remate neo-árabe construido en cal y ladrillo durante los primeros años del SXX.

Torre neoarabe en la peña Celestina en Salamanca

La torre Neo-árabe perteneció a una edificación moderna que tuvo usos militares: el Parque de Intendencia Militar

Torre neo-árabe en la peña Celestina en Salamanca

Gracias a aquellos anónimos periodistas del siglo XIX y principios del XX, que dejaron entrar sin complejos en la redacción de las noticias a la literatura, el sentido del humor y las historias pequeñas —esos sucesos menudos que tanto se nos agrandan a veces—, la peña Celestina hoy es de otro color. Del color de aquel bastón que se quedó solo en lo alto de la peña cuando su dueño saltó al vacío, del color del pañuelo que vendó la desesperación de un joven antes de dar su último paso, del tono esperanzado y claro del agua milagrosa que alguna vez destiló la peña, y de la oscuridad emocionante de aquel fantasma que amó a Polonia.

*Entrada actualizada, 12/05/2024

AGRADECIMIENTOS

A mi hermana Carmen Rivas que con mucho interés ha buscado y aportado información para la elaboración de este post.

A Pablo Almeida, autor del blog El suelo de Salamanca, que amablemente ha cedido la fotografía del barrio de los Milagros en los años noventa, para que se publicara aquí.

DENUNCIAS

El periódico La Gaceta Regional de Salamanca, el 18 de marzo de 2013, utilizó esta entrada en un reportaje de la redactora Isabel Alonso, sin citar el blog —Historias del cuarto de atrás—, aunque la redactora me prometió que lo haría. En el reportaje mencionó mi nombre junto a la historia del agua milagrosa, como si en ese concreto detalle hubiera consistido mi aportación a su reportaje, como si la historia del Fantasma Enamorado, que prácticamente copio y pegó de esta entrada, la hubiera rescatado ella de la prensa histórica… Si quieres cotillear en el enfado monumental que viví aquellos días pincha aquí 🤕

BIBLIOGRAFÍA

  • El Adelanto. Diario de Salamanca. 3 de junio de 1905; 22, 23, 24 de agosto de 1906.
  • El Fomento. Febrero de 1889; 18 de junio de 1890.
  • La Clave. Diario ilustrado. 14 de diciembre de 1897
  • El Castellano. Diario de Salamanca. 18, 22, 24 de agosto de 1906; 14 de noviembre de 1906
  • Historia de Salamanca. Villar y Macías.
  • Salamanca y sus alrededores. Toribio Andrés.
  • Historia de la ciudad de Salamanca. Bernardo Dorado.
  • Descripción física, geológica y minera de la provincia de Salamanca. Amalio Gil y Maestre.
  • Aproximación arqueológica a las cercas medievales de la ciudad de Salamanca. Luís Serrano-Piedecasas Fernádez y Miguel Ángel Muñoz García. http://independent.academia.edu/MichelMu%C3%B1oz/Papers/1029718/Aproximacion_Arqueologica_a_las_Cercas_Medievales_de_la_Ciudad_de_Salamanca