Los indignados salmantinos de 1903. Unamuno y los sucesos del 2 de abril

La mañana del Jueves 2 de abril de 1903, Salamanca brilla al sol; los estudiantes abarrotan la plaza de Anaya y lanzan gritos y pitadas contra el Gobierno Civil (actual palacio de Anaya); los pájaros disfrutan un cielo muy azul; la Guardia Civil entra en la plaza dispuesta a imponer orden; y el aire charro huele a primavera.
 
Palacio de Anaya Salamanca
 
Miguel de Unamuno, Rector de la Universidad de Salamanca, deseoso de resolver el conflicto sin que nadie sufra daño, convence a los estudiantes para que dejen sus protestas en la plaza, y entren en el Paraninfo del edificio universitario.
 
José Sánchez Rojas, estudiante de Derecho, testigo presencial, recuerda así los hechos:
“Unamuno, frenético, descompuesto el cordaje de sus nervios, rompe a perorar desde las gradas del Paraninfo. Nadie atiende. Unamuno insiste, voces, chilla, se impone al fin… habla…
<<Queridos estudiantes: Contened vuestros arrebatos. Esto no puede ser. Se os hará justicia. Calmaos. Os pido, os suplico que os calméis. Contra la razón de la fuerza, oponed vosotros, muchachos, la fuerza de la razón…>>
Pero las palabras de Unamuno apaciguan a los estudiantes por poco tiempo.
 
Vuelven a concentrarse frente al Gobierno Civil. Arrecian las pitadas, los gritos; lanzan piedras contra el palacio de Anaya.
 
Unamuno sale también a la plaza, y vuelve a intentar reconducir la actuación de los estudiantes.
 
José Sánchez Rojas explica:
 
Unamuno, pálido, los ojos brillantes, cargados de una inmensa melancolía, destroza los grupillos, ordena que abran de par en par las puertas de las escuela; patea, grita… ¡Nada!
La mañana es hermosa; los pájaros están de charla en los hilos del telégrafo; un sol dulce ilumina la mañana triste. Hay ganas de retozar…
<<¡Orden muchachos, orden; digo que orden! ¡Adentro!
Y cogiendo a este por las solapas, a aquel por la cabeza, al otro por las piernas, logra que unos cuantos entren la Universidad.
<<¡Todos adentro!>>
La Guardia civil se acerca. Vomitan piedras de las ventanas, del cielo y del abismo. Una calle ha sido desempedrada en menos de un minuto. Aquella expectación es horrible; la muerte nos acecha.
Temiendo la respuesta de las fuerzas policiales a las pedradas de sus estudiantes, Unamuno se pone frente a ellos y pide a los jóvenes que dejen de tirar piedras. “Una pedrada que ha cambiado su curso rompe un botón de la chaqueta rectoral”.

Los periódicos charros destacarán luego la actitud serena y valiente del Rector.
 
Policías y municipales salen del Palacio de Anaya en actitud de cargar contra los estudiantes. Ál frente de ellos un agente:
 
Nombre: Serapio Benito
Rango: Inspector de Vigilancia.
 
Hacen también entrada en la Plaza de Anaya “piquetes de la Guardia Civil y una sección de Infantería del mismo cuerpo”.
 
Los ánimos de los estudiantes se excitan. Se multiplican los gritos, los mueras al Gobernador, mueras a la Guardia Civil, las pitadas y las piedras.
 
La Guardia Civil carga contra los estudiantes. Estos se refugian dónde pueden. Muchos en la Universidad.
 
Unamuno está sereno. Convencido de que con los estudiantes dentro del edificio universitario lo peor ya ha pasado.
 
Pero la Guardia Civil toma posiciones en el atrio de la Catedral Nueva, y apuntan sus armas a la fachada de la Universidad frontera de la Catedral.
 
Algunas fuentes dicen que de las ventanas altas del edificio de la Universidad salen volando algunas piedras contra la Guardia Civil. La investigación demostrará luego que las ventanas estaban cerradas y que difícilmente pudo salir de allí en ese momento alguna piedra.
 
Los pájaros cantan en la plaza de Anaya, y la Guardia Civil, envuelta en sol de primavera, abre fuego contra la Universidad de Salamanca

fachada trasera Universidad salamanca

En el interior de una de las aulas superiores, por entre el tronar de disparos y el estruendo de cristales rotos, cae al suelo el cuerpo de un joven.
 
Nombre: Federico García Gómez
Datos de matrícula: alumno de preparatorio de Derecho.
 
Los disparos cesan. En el interior del edificio universitario, los estudiantes, que se han arrojado al suelo para guarecerse de proyectiles, no se atreven aún a moverse. Escuchan un silencio denso, opaco, como de mal augurio…
  universidad salamanca

Un rumor extraño rompe el silencio. Pero esta vez no son disparos…
 
Retumban cascos de caballos. La Infantería, con los sables desenfundados, entra por la puerta trasera de la Universidad (frente a la Catedral) e invade el claustro universitario. Lo recorren a caballo respondiendo a sablazos contra los universitarios que se les enfrentan. Cuando dan por suya la victoria, caballos y jinetes abandonan el claustro por la puerta principal de la Universidad, dejando tras ellos diversos heridos. El más grave: Emilio Carreras, estudiante de cuarto de medicina, con un balazo en el vientre. Se recuperará.
 
A pocos metros del edificio universitario está el Instituto, alojado en las Escuelas Menores.

Patio de Escuelas Salamanca

La caballería se dirige ahora hacia allí dejando el edificio universitario, como cuenta Sánchez Rojas, sumido en el caos:
—¡Un cura, un médico, Federico se ha muerto! –grita un fantasma arriba.
Y subimos todos. Un estudiantillo, pálido y delgado, que era el sostén de su madre, yace… para no levantarse más. Creemos que es una broma. Es un chiquillo con mucho miedo. Y al levantarlo por la chaqueta, horrorizados, vemos que tiene una enorme brecha en el corazón y que nos ha llenado de sangre.
Aquello es doloroso. Estamos rendidos. Queremos llorar y no nos deja la rabia.

A escasos metros de allí, el patio de las Escuelas Menores es escenario de una nueva carga contra los estudiantes, y otro tiroteo.
  patio de escuelas Salamanca

Un joven contempla atónito lo que sucede. Al segundo siguiente, cae al suelo sin vida.
 
Nombre: Hipólito Vicente Gómez
Datos de matrícula: alumno de segundo curso de Medicina.
 
La noticia llega enseguida al edificio universitario, donde Sánchez Rojas y sus compañeros están con Miguel de Unamuno:
—¡Abajo, en el Instituto, otro muerto! ¡Carrera, herido gravemente! ¡Bajad![…]
Abajo está Unamuno. Queremos violentar las puertas que miran a la estatua del maestro León. Estamos, seguramente locos: locos de dolor.
—¡Eso no se abre! ¡Esperad! ¡Yo saldré con vosotros!
—¡Otro muerto arriba, D. Miguel! –decimos todos.
—¡Otro muerto! ¡Ah!
Y silencioso, vuelve a imponer calma y sosiego:
—¡Todo sea por Dios! ¡Eso pasó! ¡Evitad lo que venga! ¡Quietos!
Y después de dos horas de una mortal angustia, sale el rector con nosotros.
Los periódicos no encuentran explicación a los sangrientos hechos. El Adelanto afirma: “Lo sucedido es inexplicable. Las cosas han pasado como si de antemano estuviera decretada la matanza”.
El mismo periódico deja constancia de una anécdota extraña:
Cuando se dirigía a la imprenta esta mañana uno de nuestros redactores, alumno de la Facultad de Medicina, se encontró con un niño de seis años próximamente, hijo de un guardia civil y le preguntó:
¿Tienen ustedes hoy manifestación?
Al contestarle afirmativamente, replicó el niño: ¡Pues habrá muertos!
Los presagios del niño, hijo del guardia civil, se han cumplido desgraciadamente.

Dos días antes, el martes por la noche, el señor Laita, estudiante de Derecho, tiene una discusión en la calle con otro joven. Son detenidos y llevados a la Inspección de Vigilancia donde se les pone en libertad y se les cita para el día siguiente.
 
El miércoles, a las once de la mañana, los implicados se personan para declarar. Les toma declaración Serapio Benito, inspector de vigilancia. Laita, haciendo uso de sus conocimientos de Derecho argumenta al Inspector que no se ha “recogido una navaja de muelles al individuo que con el tuvo la pendencia, siendo así que el inspector la había visto, y el código prohíbe el uso de armas de esa índole”.
 
El Inspector alega que conoce perfectamente bien el código y sus obligaciones. El estudiante y el inspector se enzarzan en una discusión, que termina con el Inspector queriendo detener al estudiante.
 
Como no hay motivo, Laita afirma que debe marcharse para cumplir con sus deberes académicos.
 
Al alcanzar el patio del Palacio de Anaya, un ordenanza detiene a Laita. El Inspector Serapio Benito, seguramente escocido por el baño jurídico que acaba de darle el estudiante, en cuanto vuelve a tenerlo a su alcance, como se resiste éste a la detención, comienza a darle de bofetadas.
 
Circula otra versión de la discusión entre el Inspector Serapio Benito y el estudiante Laita. Explica El Lábaro que el estudiante de Derecho al salir de declarar se puso a cantar alegremente en el patio del Palacio de Anaya. Ante tamaña falta de respeto, el Inspector decide que hay que detenerlo. Al resistirse el estudiante, el Inspector le da de bofetadas.
 
La versión de El Lábaro de puro surrealista es casi poética: un estudiante de Derecho es golpeado y detenido por cantar…
 
Se cuente como se cuente, el abuso de autoridad es claro y sin justificación.
 
Corre la voz de lo sucedido. El vergonzoso abuso de autoridad del Inspector Serapio Benito, enciende los ánimos de los estudiantes salmantinos. Ese mismo día, se reúnen en la Cátedra de Fray Luís de León y deciden enviar una comisión al Gobierno Civil para exigir explicaciones y una sanción al Inspector Serapio Benito.
 
El gobernador Civil ni recibe bien a los estudiantes ni se aviene a dar explicaciones.
 
Nada más enterarse los demás estudiantes de la airada respuesta del gobernador, dan comienzo las protestas. Se concentran en la plaza de Anaya y ya esa tarde lanzan gritos, pitadas y piedras contra el palacio donde se ubica el Gobierno Civil.
 
Los estudiantes improvisan una manifestación que recorre la calle de la Rua en dirección a la Plaza Mayor. Allí, en la Plaza Mayor se concentran, y exigen la dimisión del Gobernador Civil.
 
Miguel de Unamuno, se dirige a sus estudiantes, y allí en la plaza les pide que depongan su actitud y dejen en sus manos el asunto. La Universidad va a exigir explicaciones al Gobernador Civil. Los estudiantes le vitorean y se disuelven.
 
Unamuno y otro catedrático, el señor Pinilla, acuden al Palacio de Anaya a hablar con el Gobernador Civil, pero allí no son bien recibidos y no logran nada.
 
El 2 de abril de 1903, después del tiroteo contra los estudiantes, José Sánchez Rojas describe así la situación:
En la ciudad hay un movimiento inusitado. Las muchachas, asomadas a los balcones, lloran; hay madres desoladas en busca de sus hijos; unas camillas de la Cruz Roja son conducidas al Hospital, a la sala de autopsias.
Enseguida, Miguel de Unamuno dirige un comunicado a sus estudiantes. Lo publican los periódicos, y se reparte en pasquines por las calles de una ciudad tomada por la tristeza y la rabia:
El Claustro general extraordinario de esta Escuela se ha reunido esta mañana y ha tomado sobre sí, por acuerdo unánime, el doloroso deber de exigir las reparaciones y responsabilidades conducentes. Mas para ello es menester que procedáis con la más exquisita prudencia y demostréis con vuestra serenidad lo torpe que es hacer fuego sobre todos. Yo, que sólo tengo recibidas de vosotros pruebas de cordura y que he visto esta misma mañana cómo cesabais en vuestra actitud con sólo mi presencia, y sin más arma que ella, os ruego depongáis toda actitud levantisca y confiéis en nosotros, vuestros profesores, que, como a hijos os consideramos, y tomamos como nuestra la ofensa que habéis recibido.
Retiraos a vuestras casas, ya que mañana mismo, Viernes de Dolores, empiezan aquí por antiquísima costumbres las vacaciones de Semana de Pasión, que para vosotros ha empezado ya. 
Vuestro Rector
Miguel de Unamuno
Salamanca entera se duele de lo sucedido y los estudiantes reciben el apoyo de toda la ciudad. Se forman manifestaciones apoyadas por trabajadores de diferentes gremios. Salamanca se vuelca.
 
La noticia de la brutal represión contra los universitarios de Salamanca recorre España entera. Se organizan en muchas ciudades manifestaciones de apoyo a la Universidad salmantina.
 
Las condolencias y repulsas por lo ocurrido llegan a Salamanca desde todas partes de la geografía española.
 
Ante tal avalancha de indignación ciudadana el gobierno y el rey Alfonso XIII manifiestan: “estar apenadísimos”…
 
Al día siguiente de los hechos, el inspector Serapio Benito y el Gobernador Civil de Salamanca son destituidos por orden del Gobierno de España. Ambos abandonan la ciudad. Y lo hacen con nocturnidad, por temor a tropezar con las iras ciudadanas.
 
A Serapio Benito la noche le sirve de poco. El Inspector cesado es sorprendido por unos chiquillos que le delatan: ¡Ahí va Serapìo! Un grupo de gente le rodea, y a empujones lo llevan a la Plaza Mayor. Unos cuantos ciudadanos logran arrancar a Serapio Benito de la furia colectiva, y lo ponen a salvo en la Farmacia de Urbina (todavía hoy en la Plaza Mayor).
 
Cuando las iras se calman, Serapio Benito sale de la farmacia, y en la oscuridad de la noche desaparece de Salamanca.
 
Desde la Universidad se exige depurar responsabilidades, y averiguar quién dio la orden de disparar contra los estudiantes.
 
El 24 de mayo de 1909, se inaugura en la plaza de la Libertad un monumento para conmemorar la tragedia y homenajear a los estudiantes muertos.
  plaza de la libertad

Es el Rector de la Universidad, Miguel de Unamuno, quien descubre el monumento y dice unas palabras:
Se erige por los estudiantes este monumento de piedad. Y es aquí, en la plaza de la Libertad de la monumental Salamanca. Pasarán los años, vendrán otras generaciones, y de aquellos sucesos quedará un recuerdo vago y un monumento vago también. Esto será un monumento más, y ojala sea una amonestación sobre el recuerdo de lo que sucedió.
El deseo de Unamuno de que aquel monumento perpetuara la amonestación no se ha cumplido.
 
Ya Unamuno se mostraba entonces escéptico, y vaticinaba que se convertiría en un monumento vago. Pero ni siquiera es eso. De aquellos hechos no ha quedado ni el monumento vago.
 
Y es una pena, porque habría estado bien mantener en la plaza de la Libertad un monumento a la ­Libertad. Un obelisco contra los abusos de poder, ese mal casi endémico entre muchos de los que ostentan la más mínima superioridad sobre otros. Un monumento contra esa inclinación oscura a machacar desde arriba todo lo que estorba de abajo, como si no importara aplastar al inferior para estar más a gusto arriba.
 
El inspector que abofetea y detiene al estudiante de Derecho que le ha puesto en evidencia; o el funcionario que se enseñorea con el ciudadano que le trae un impreso; o el empleador que abusa de sus trabajadores; o el profesor que humilla a sus alumnos, o los alumnos populares que torturan a los que no lo son; o el banquero que estafa con la letra pequeña a unos ciudadanos; o el político que roba el dinero de una ciudadanía que no le importa nada; o el que borra del mapa adversarios a pistoletazos… Tragedias y daños injustos.
 
Aquellos indignados de 1903 levantaron un obelisco contra la Injusticia.
“Un sencillo obelisco, en cuya cúspide se lee: 2 de abril de 1903. A los lados laterales del obelisco aparecen los bustos de Federico García Gómez y de Hipólito Vicente, y entre ambos el escudo de la Universidad. En la parte frontal del pedestal se lee la siguiente inscripción:
“A sus compañeros, víctimas de los sucesos del 2 de Abril de 1903, dedican este monumento, costeado por suscripción, los estudiantes de Salamanca.-2 de Mayo de 1909”
La obra es del escultor Folia.
 
Según el interesante testimonio de D.Luís García, recogido en El Suelo de Salamanca, el obelisco fue retirado de la plazuela de la Libertad en 1936… Qué casualidad, precisamente el año que estalla la Guerra Civil y cuando España empieza a acercarse al abismo de cuarenta años de dictadura; y también precisamente el año que murió don Miguel de Unamuno. ¿Vería Unamuno desaparecer aquel obelisco…?
 
Dónde fue a parar el monumento es un misterio. ¿Estará cogiendo polvo en algún almacén municipal? Seguramente no. Quizá la guerra y la dictadura lo redujeron a cenizas…
 
Una vez, hace mucho tiempo, se alzó en el centro de la plaza de la Libertad un obelisco para conmemorar a dos estudiantes muertos y para recordar a los vivos la Libertad, la Justicia, lo “torpe que es hacer fuego sobre todos”y que “contra la razón de la fuerza” siempre hay que oponer “la fuerza de la razón”.
 
De algún modo, el recuerdo de aquellos sucesos terribles de 1903, y la sombra del obelisco desaparecido, dan a nuestra plaza de la Libertad una significación muy profunda.
 
  BIBLIOGRAFÍA:
  • El suelo de Salamanca: Los sucesos de 1903: http://elsuelodesalamanca.blogspot.com.es/2009/12/los-sucesos-de-1903.html
  • “Recuerdos de Salamanca. Unamuno Poeta”. José Sánchez Rojas. ABC. 2 de mayor de 1907
  • El Lábaro. Diario Independiente. 1, 2, 3 de abril de 1903
  • Gente Joven semanario ilustrado. 1 de abril de 1905
  • El Adelanto. 2, 6 de abril de 1903, 24 de mayo de 1909
  • Noticiero Salmantino. Diario Imparcial de la Tarde. 3, 4 de abril de 1903
  • La Vanguardia. 2 de abril de 1903
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Comentarios

  1. Y todo por un canturreo, menuda historia, si llegan todos los estudiantes a ponerse a cantar a coro los hacen carne para hamburguesas.
    Y el pobre Unamuno, un hombre que dedicó tantos esfuerzos a engrandecer aun más la historia de esta Universidad, se vio inmerso casi sin quererlo en varias de las páginas más tristes de su última centuria. Siempre frente al poder unas veces establecido por las urnas y otras, tristemente por la fuerza de la armas, que tantos y tantos problemas le acarreó y al que nunca se doblegó.

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    1. Hola, Manuel.

      Por un canturreo o por repasar la cartilla al inspector y recordarle cuales eran sus obligaciones, que hay dos versiones de la discusión... En cualquier caso: Unamuno ¡grande!

      Es curioso cómo el pensamiento crítico acaba siempre teniendo que enfrentarse al poder. Por supuesto el dictatorial, pero también los democráticos. De algún modo resulta que siempre es demasiado fácil que los que tienen el poder, aunque sea legítimo, se extralimiten y crucen líneas q no deberían. Por eso es tan importante la presencia de gente como Unamuno; rebosante de juicios críticos y dispuesto a decir su verdad al lucero del alba aunque lleve escopeta. Muy grande Unamuno.

      Saludos, Manuel. Y gracias por comentar

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  2. te felicito por recuperar esta historia. Soy de Salamanca, he estudiado en la universidad y no la conocía de nada. Lamentablemente, me ha recordado a esta cita:

    “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”

    Un saludo de un salmantino perdido en Alemania.

    @sexmero

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    1. Hola. La cita que has puesto es buenísima. Es lo malo de la Historia. Lo que queda fuera es como si no hubiera sucedido. (A lo mejor por eso los aledaños de la Historia son más interesantes que la propia Historia)

      Yo también estudié en la Universidad de Salamanca y tampoco tenía la menor idea de esta historia. Que conste que la punta para tirar de este hilo la encontré en otro blog: El Suelo de Salamanca (puedes ver el link en la bibliografía de este post) que tiene una entrada sobre estos sucesos.

      Muchas gracias por tu comentario y por la cita que nos has dejado, y lo que da que pensar.

      ¡Saludos!

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